Trata de personas pierde visibilidad en América Latina, pero las hermanas intensifican su ayuda a las víctimas

CRÓNICA | Seminario ‘La trata de personas y la Migración en América Latina y el Caribe’ organizado por CLAR

Durante un seminario sobre trata de personas el 18 de agosto en Ciudad de Guatemala, la hermana Verónica Cortez Méndez, una misionera carmelita, habla con un grupo de la Confederación Latinoamericana de Religiosos, que también cuenta con miembros en el Caribe, sobre la respuesta de Costa Rica a los migrantes que viajan por el país. A medida que aumenta la migración, también aumentan las posibilidades de que haya víctimas potenciales de la trata de personas. (Foto: GSR/Rhina Guidos)

Durante un seminario sobre trata de personas el 18 de agosto en Ciudad de Guatemala, la hermana Verónica Cortez Méndez, una misionera carmelita, habla con un grupo de la Confederación Latinoamericana de Religiosos, que también cuenta con miembros en el Caribe, sobre la respuesta de Costa Rica a los migrantes que viajan por el país. A medida que aumenta la migración, también aumentan las posibilidades de que haya víctimas potenciales de la trata de personas, dijeron los expertos que hablaron con el grupo. (Foto: GSR/Rhina Guidos)

Eran historias que a cualquiera le resultaba difícil escuchar, y mucho más hablar de ellas. Pero algunas de las religiosas presentes en la sala se habían enfrentado cara a cara con la trata de personas y habían oído historias similares antes. 

Los dos ponentes de un seminario contra la trata de personas (un hombre y una mujer) les contaron a las hermanas cómo un amor que salió mal desembocó en una pesadilla. En el caso del hombre, se trataba de una esposa que había mostrado un comportamiento extraño. Más tarde descubrió que ella había estado ofreciendo a sus hijas a hombres para que abusaran sexualmente de ellas. En el caso de la mujer, fue la historia de un hombre que le dijo que la amaba, la alejó de su familia a una edad temprana y luego la convirtió en trabajadora sexual, amenazándola con llevarse a su hijo si dejaba de trabajar.

Ellos pusieron rostro a la realidad que las religiosas, junto con otras personas que asistieron al seminario celebrado del 18 al 20 de agosto en Ciudad de Guatemala, se dieron cita para combatir. El evento, organizado por la Confederación de Religiosas de América Latina y el Caribe (CLAR), forma parte de las iniciativas mundiales contra la trata de personas que llevan a cabo las religiosas católicas.

Las hermanas de toda América Latina (reunidas en persona por primera vez desde la pandemia del coronavirus) empezaron a compartir experiencias, aprender más sobre el tema y colaborar en la lucha contra la trata.

“Esta es nuestra misión y este es nuestro momento: cuidar la vida, servir a la vida y defender la vida”: Hna. Daniela Cannavina, secretaria general #CLAR, en seminario sobre #TrataDePersonas y #Migración #AméricaLatina. #GSRenespañol #HermanasCatólicas

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Al igual que otros grupos que reúnen a religiosas de todo el mundo para luchar por la justicia social, la vida consagrada en América Latina tiene también una misión en lo que se refiere a la trata de personas, señaló la Hna. Daniela Cannavina, secretaria general de la CLAR, que calificó el fenómeno de “profunda violencia sobre el cuerpo de la humanidad”.

“Esta es nuestra misión y este es nuestro momento: cuidar la vida, servir a la vida y defender la vida”, afirmó Cannavina, religiosa de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto, al grupo en el que se encontraban miembros de Brasil, El Salvador, México y Chile. Algunos hablaron del contacto directo que han tenido con víctimas y supervivientes a menudo en regiones aisladas, como ciudades mineras y agrícolas sudamericanas o rutas migratorias muy transitadas (por ejemplo la frontera entre Estados Unidos y México y el Tapón del Darién) que se han convertido cada vez más en imanes para la trata de personas.

Lizbeth Gramajo Bauer, antropóloga de la Red Jesuita con Migrantes en Centroamérica, le explicó al grupo que las probabilidades de convertirse en víctima aumentan en épocas de grandes migraciones, como las que viven ahora América Latina y el Caribe. Esto se debe a que, en su desesperación, la gente a menudo recurre a contrabandistas para que les lleven a donde quieren ir, ya sea de forma legal o no. 

Hermana Carmen Ugarte, de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, escucha a una mujer que habla de su experiencia como víctima de la trata de personas durante un seminario sobre el tema el 18 de agosto en Ciudad de Guatemala. (Foto: GSR/Rhina Guidos)

Hna. Carmen Ugarte, de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, escucha a una mujer que habla de su experiencia como víctima de la trata de personas durante un seminario sobre el tema el 18 de agosto en Ciudad de Guatemala. (Foto: GSR/Rhina Guidos)

En ese mundo oculto, si son violadas, golpeadas, secuestradas u obligadas por delincuentes a hacer algo que no quieren, sienten que no pueden acudir a las autoridades en busca de ayuda por carecer de capacidad legal, dijo Gramajo y añadió que de este modo, la migración irregular y la trata de personas se convierten en problemas paralelos que van de la mano.

En pequeños grupos, las hermanas (así como los religiosos y laicos que las acompañaban en la sala) se reunieron para hablar de situaciones que habían visto u oído, y se confiaron unas a otras lo que les quitaba el sueño: mujeres migrantes a las que se administra una píldora para evitar la implantación del feto en caso de que se queden embarazadas al ser violadas; la reticencia de las víctimas de delitos a ponerse en contacto con las autoridades porque no tienen permiso legal para estar en los países por los que viajan; Gobiernos que no tienen interés en solucionar los problemas para mantener a los ciudadanos en sus países de origen porque dependen de las remesas (el dinero que los migrantes envían a casa) para apuntalar las arcas de un país.

El tráfico es un crimen bien organizado, de arriba abajo, comentó la Hna. Verónica Cortez Méndez, carmelita misionera de San José de Costa Rica. Lamentó cómo “los seres humanos se han vuelto tan insensibles como para negociar [la vida de] otro ser humano”.

Cortez, junto con otras hermanas del seminario, subió a un autobús para una sesión al aire libre insólita y que condujo a las religiosas a través de La Línea de Ciudad de Guatemala, un peligroso barrio rojo cerca de las vías del tren donde la prostitución comenzó en los años cuarenta con la llegada de trabajadores que traían mercancías a una ciudad en crecimiento. En la mejor época económica de La Línea (cuando funcionaba el tren) empezaron a surgir chabolas. Allí es donde los trabajadores comenzaron a solicitar unos servicios que continuaron incluso después de que el tren dejara de funcionar a finales de la década de 1960.

Las probabilidades de convertirse en víctima [de la #TratadePersonas] aumentan en épocas de grandes procesos de #migración: Lizbeth Gramajo Bauer, de #RedJesuitaConMigrantesEnCentroamérica. #GSRenespañol #HermanasCatólicas #SeminarioCLAR

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Desde el interior del autobús, las hermanas observaron por la ventanilla una nueva comisaría de policía cercana a las chabolas donde se ejercía al aire libre la prostitución de mujeres (y cada vez más de hombres homosexuales), sabiendo que algunas de las actividades más peligrosas son las que no se ven.

La Hna. Janeth Rodríguez González, de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, le presentó al grupo una serie de estadísticas sobre los 27.6 millones de víctimas de la trata de personas que se calcula que hay en todo el mundo y a nivel regional; y afirmó que el número de niños víctimas de ese tráfico humano en Centroamérica está aumentando, al igual que el de hombres.

Por otra parte, una serie de cifras que la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito dio a conocer a principios de 2023 parecían alentadoras en un primer momento. El informe señalaba que el número de víctimas documentadas de la trata de personas en todo el mundo había disminuido un 11 % en 2020, el primer descenso en 20 años, expresó Rodríguez. 

Hna. Janeth Rodríguez González, de las Hermanas del Buen Pastor, explica —durante un seminario el 18 de agosto en Ciudad de Guatemala— estadísticas que muestran cómo la trata de personas se ha vuelto más clandestina tras la pandemia del coronavirus. (Foto: GSR/Rhina Guidos)

Hna. Janeth Rodríguez González, de las Hermanas del Buen Pastor, explica —durante un seminario el 18 de agosto en Ciudad de Guatemala— estadísticas que muestran cómo la trata de personas se ha vuelto más clandestina tras la pandemia del coronavirus. (Foto: GSR/Rhina Guidos)

Pero un examen más detenido reveló la realidad sobre los efectos que la pandemia del coronavirus ha tenido en la detección de la trata de personas. “Lo ha conducido a la clandestinidad”, lo que explica su disminución, indicó en su presentación al grupo.  

Al principio, como el resto del mundo, los delincuentes intentaron descifrar el impacto del coronavirus en sus operaciones. En un primer momento suspendieron sus actividades, pero tal y como lo interpretan organizaciones como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los traficantes vieron una oportunidad, ya que las autoridades estaban limitadas en la aplicación de la ley ante la magnitud de la pandemia. 

Quienes estudian la trata de personas estiman que por cada víctima que el mundo conoce puede haber otras 20 que no se presentan o que no se dan cuenta de que son víctimas, apuntó Rodríguez. Es algo que confirmó la mujer que habló con los asistentes al seminario y que aseguró que durante mucho tiempo no se dio cuenta de que la explotaban y abusaban de ella

En una declaración, las religiosas y religiosos asistentes exigieron a los responsables, incluidos los Gobiernos, que mejorasen las condiciones de la región que obligan a hombres, mujeres y niños a emigrar y convertirse en víctimas potenciales.

“Al empobrecimiento de nuestros países se suman causas económicas, políticas, sanitarias, socioambientales y culturales que se ven agravadas por el narcotráfico, la corrupción, el progresivo debilitamiento de las democracias, la acumulación de poder y el escaso crecimiento económico, lo que añade nuevos rostros a los pobres, sin ninguna garantía de seguridad, aumentando el riesgo, la vulnerabilidad y la posibilidad de caer en redes criminales y convertirse en víctimas”, señaló el comunicado.

Pero también responsabilizaron a los países de destino a los que son transportadas las víctimas (al igual que mercancías a través de las fronteras que van de los países más pobres a los más ricos), donde en lugar de encontrar ayuda se encuentran con abusos, malos tratos y violaciones de sus derechos por parte de quienes las culpan de su desgracia, indicó el grupo. 

Al final, esos sentimientos no hacen más que contribuir al ciclo y a quienes trafican con las personas, afirmaron en la declaración. 

“La opinión pública, a través de los medios de comunicación, propaga discursos discriminatorios y xenófobos, y los grupos criminales son conscientes de este fenómeno y se aprovechan de él mediante el uso de la violencia extrema y el miedo", apuntaron.

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 13 de septiembre de 2023. 

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